La vida debe fluir entre los resquicios que la situación permita

No es cosa de volver a incidir sobre lo que todos sabemos: nos ha tocado vivir una experiencia ni remotamente imaginable hace solo unos meses. Pero no por ello el calendario ha dejado de seguir avanzando y a una primavera en shock, sucedió un verano esperanzado que concluyó en decepción llegado el otoño. Ahora, ya inaugurado el invierno, a punto de despedir este nefasto año, no se vislumbra a corto plazo una vuelta a la normalidad. La incógnita no parece que en breve vaya a despejarse.

Llegados a este punto en el que estamos, quien sabe si tocaría aferrarse a un conjuro elevando súplica a una divinidad, la que sea. Pero no, puestos a dudar, mejor no nos pongamos a escupir actitudes y palabras contra el viento que ya sabemos como se acaba. De aquí solo saldremos cuando la ciencia ilumine el camino y cuando nos convenzamos de que no hay chamán ni santero capaz de salvar nuestros cuerpos que de nuestras mentes hablemos en otro momento. Mientras estemos como estamos, parece que no queda otra que adaptarnos a lo que hay.

Y eso es lo que ha hecho ASFALTO en Avilés, aceptando realizar un concierto en unas condiciones…, digamos que raras. Pero bueno, ¿cuál es la alternativa? ¿quedarnos todos en casa?… No. Para nada. La vida debe fluir entre los resquicios que la situación permita. Y si hemos de tocar ante estatuas ancladas a una silla a distancia una de la otra, bueno… ¿Y qué? ¿Acaso la música no es algo que suena? Bien, pues sentados y en silencio se escucha nitidamente. Pero además, sobre el escenario, el músico sigue sintiendo y trasladando emociones igual que si, frente a él, un público efervorecido saltase, cantara, vibrara… Que sí, que si nos dan a elegir preferimos esto a lo otro, pero en circunstancias tan anómalas mejor no perder el contacto.

Llevo más de cinco décadas subiéndome a los escenarios, cualquiera puede imaginar lo que supone para mí no poder hacerlo. Pero ese pesar aún es más grave entre los compañeros, músicos, técnicos y demás. Son gente que paga sus facturas con lo que produce su trabajo porque nunca pensaron en otra fuente de ingresos que no fuera esa. Si todo este sector se queda sin posibilidad de realizar su trabajo, el resultado, que nadie lo dude, terminará dañando a la cultura en los próximos años, puede que de forma irrecuperable.

Por tanto, debiéramos pedir a las administraciones públicas, no que subvencionen a fondo perdido al colectivo, como así reclaman otros; no, nosotros simplemente pedimos a los gobiernos que gasten los fondos dedicados a la cultura, al menos los mismos que empleaban cuando la pandemia no existía, por supuesto, entre ellos, los destinados a la música en directo.

Felices fiestas a todos.

Julio Castejón.