Esta tarde se ha presentado en Madrid el libro de José Martos «UNAS BAQUETAS CONTARAN MI HISTORIA» del cual es coautor, Santi Fernández.

Sin aún haber tenido tiempo para leerlo, no albergamos duda de que se trata de una obra que viene a reivindicar la labor, en el rock, de esos personajes, mal definidos como «subalternos», que, sin desplegar el relieve que otros músicos, es incuestionable que son pilar esencial del sonido de una buena banda de rock.

Se dice entre músicos, en tono de broma, siempre en tono de broma, que los baterías son sexualmente una casta depravada que no discrimina a las «menores» de las «mayores» (definición de las escalas musicales). Detrás de esto subyace que, quien aporrea los tambores, goza de menor mérito musical que sus compañeros. No es cierto. Para nada. Un buen batería es el soporte sobre el que se sostiene todo el entramado musical que una banda despliega, más si cabe en el rock; eso sin poner en valor la cantidad de variedades rítmicas que pueden llegar a aportar en la creación.

José Martos es un excelente batería de rock, no lo pretende ser de ningún otro género. Brilló especialmente en los conciertos de reencuentro de la formación del Más Que Una Intención y el Cronophobia, dos noches que permanecerán por mucho tiempo en la memoria de tantos seguidores de Asfalto; incluso en la suya, según afirma.

Y hablando de memoria, de eso se trata, de eso va este libro en el que, a juzgar por quienes ya lo han disfrutado, Martos nos desvela su larga trayectoria que le ha llevado a estar al lado de nombres de lo más ilustre del rock patrio: Niágara, Atlas, Barón Rojo, Topo, Asfalto…; sin olvidar el excelente trabajo que realiza en «El Mono Loco» el último álbum de Julio Castejón.

El local estaba a tope, no cabía más nadie, y no es que los que allí se han reunido lo hicieran por escuchar una exhibición de las capacidades de José Martos. No. Sencillamente, allí todos acudieron a dar un aplauso a un hombre bueno, amigo de sus amigos y, sobre todo, a alguien que ama la música como el que más sin que el destino haya querido que, hasta hoy, la dicha del reconocimiento popular le haya alcanzado. Aún asi y con todo, pensamos que esta noche, Martos, ha recibido el premio más grande, el de sentirse querido por compañeros, amigos y familiares, como corresponde a alguien tan generoso como lo es él.

Enhorabuena, Martos, y enhorabuena, merecidísima, a Santi Fernández, otra buena persona que no se queda atrás en cuanto a amor a la música y a los músicos que la hacen posible. Felicidades a ambos.